Hay espíritus sangrientos que no conservan amistades

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Hay una línea delgada entre lo travieso y lo macabro en las historias de gente que, por motivos extraños, decide solucionar asuntos mutilándose sus dedos. Hitchcock se divirtió a lo grande cuando hizo que Steve McQueen apueste su meñique contra Peter Lorre en la adaptación de “El hombre del sur”, de Roald Dahl, en uno de los mejores episodios de su serie “Alfred Hitchcock Presenta”, y James Woods sufrió el severo método para dejar de fumar en “Los ojos del gato” de Stephen King. Pero aun en las más fuertes películas de yakuzas, las escenas de automutilaciones digitales mostraban este humor sardónico, como cuando en una de las “Batallas sin honor”, de Kinji Fukasaku, un gangster novato se corta el dedo como remedio a una ofensa y ningún miembro de la pandilla sabe como hacerlo, apenas una anciana dice que cuando era chiquita un mafioso lo había hecho.

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