Kreplak: «Así como existe una Ley de Educación, debemos pensar algo similar para garantizar el derecho a la salud»

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“Existe la idea del derecho a la salud, pero luego la constatación es que ese derecho no es para todos ¿En qué momento se naturalizó que hay distintas respuestas para distintas poblaciones?”, dice Mario Rovere, médico sanitarista, profesor e investigador, en una de las intervenciones que contiene el documental “La insubordinación de los privilegiados”, creación del ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Nicolás Kreplak, quien sucedió en ese cargo a Daniel Gollán, hoy candidato a diputado nacional.

El documental fue proyectado el último fin de semana en el Salón de Convenciones de Gualeguaychú, en el marco del VIII Encuentro Nacional de Salud, a través de la Fundación Soberanía Alimentaria, de la que Kreplak es fundador.

A partir de la narración de Lorena, Adrián e Inés, tres usuarios del sistema de salud argentino que ponen en palabra las injusticias de un mercado notoriamente mercantilizado, el documental desarrolla un punto de vista crítico sobre la concepción dominante de la salud, en Argentina y el mundo. Para ello intervienen expertos, también, personalidades destacadas, políticos y académicos.

“El documental está narrado a partir de los testimonios de tres ciudadanos comunes con enfermedades comunes, que muestran el derrotero que deben pasar dentro del sistema de salud. Además, especialistas muy importantes y reconocidos van contando como el negocio de la salud se antepone al derecho a acceder a la misma. Son cosas que nos pueden pasar a cualquiera de nosotros”, dice Kreplak, médico clínico, docente y magíster en Salud Pública. Y, sobre el título de la película, explica: “Los ganadores del sistema extremaron el punto de la ganancia y llevaron al propio sistema a un lugar que en la actualidad resulta inviable. Entonces, quienes se subordinan al orden establecido son los más privilegiados”.

-¿Esa realidad se da en todo el país?

-Sí. Y, además, el planteo de la película es que no es solamente una discusión argentina, es una discusión global. Los testimonios de Iñigo Errejón, de España, y de Sonia Fleury, de Brasil, ilustran esta situación. Lo mismo pasa en muchos lugares del mundo y tiene que ver con la lógica de un sistema altamente globalizado. Con la pandemia hemos visto esto muy claramente, en Argentina nos encontramos con un sistema débil, con poca fuerza, que, si bien es muy grande, tiene poca gobernanza, poca capacidad de comando, porque está muy fragmentado.

-¿Qué puede hacer la política ante esta realidad?

-Muchas cosas. Lo que sucedió es que con la pandemia hubo un impulso político para tomar definiciones respecto a todo lo relacionado con el covid, tanto desde el gobierno nacional como desde las provincias. Hemos logrado una capacidad enorme de atención con respecto a este tema, incluso hemos logrado cosas que no pasan en otras partes del mundo, porque la política y la salud se pusieron en consonancia para poder garantizar derechos. Esto es una muestra de que si se toman decisiones adecuadas se puede garantizar el derecho a la salud para toda la población. El problema es que en todas las situaciones que no son covid, si uno vive alejado de los grandes centros urbanos o es pobre el ingreso al sistema de salud es muy distinto. Entonces, todavía nos quedan muchas cosas por hacer desde la política, pero no sólo desde la política, porque las definiciones no las toma solamente el gobierno. Las corporaciones de trabajadores, la industria farmacéutica, el enorme sector privado, los financiadores de la seguridad social y el sector prepago tienen que asumir que hay que garantizar el derecho a la salud, que sea justo y equitativo, sin que dependa tanto del nivel de riqueza de las personas. El derecho tiene que ver con una necesidad, y para construir eso todavía falta mucho. En la pandemia se han tomado decisiones muy fuertes que han mostrado efectividad, el asunto, ahora, es extrapolarlas hacia el resto de las problemáticas.

-Si la fragmentación del sistema de salud es un problema, ¿cómo se revierte?

-Como siempre que hay que construir un derecho, son muchas las discusiones a dar. La primera que nos toca a quienes estamos en el Estado es abrir muchos puentes, muchos espacios de diálogo, y tomar decisiones concretas, de fondo, en virtud de los derechos del pueblo. Y debemos convocar e incluir a todos los sectores y explicarles por qué se toman esas decisiones. La verdad es que hay muchas cosas por hacer y, en este sentido, entiendo que la presencia de Daniel Gollán, encabezando la lista de diputados en la provincia de Buenos Aires, tiene que ver con poder tomar desde el Congreso de la Nación decisiones importantes. Pensemos que en Argentina no existen las leyes de salud, las leyes son de algunas enfermedades particulares, pero no hay ninguna normativa que explique qué es el sistema de salud, cómo se organiza y cuáles son los derechos y las responsabilidades del Estado. De ahí para abajo, faltan muchas cosas. Tanto la salud como la educación son los pilares centrales de nuestro pueblo. En educación ya tenemos leyes fuertes que explican cuál es el derecho a la educación, cómo se organiza y se financia. Así como existe una Ley de Educación, debemos pensar algo similar para garantizar el derecho a la salud”.

-El documental hace particular hincapié en el poder de la industria farmacéutica, ¿cuáles son los otros actores a sentar en esa mesa de diálogo?

-Hay muchos. Algunos tienen más dificultades para dialogar porque están muy fragmentados, como las corporaciones de profesionales de la salud. Por ejemplo, un círculo de profesionales de una especialidad de una ciudad rompe el diálogo y dificulta la atención para todo un pueblo. Esas situaciones se tornan muy difíciles, por eso hace falta algo que supere los intereses particulares de cada uno. También hay que abordar el tema de la perspectiva en la que son formados los profesionales en las universidades; el papel de las obras sociales, que dependen en mayor medida de los sindicatos; sin duda, el sector privado, las prepagas; los dueños de las clínicas son otros actores, muy perjudicados, en general, porque hace mucho tiempo vienen muy mal, se vienen cerrando cada vez más clínicas; la industria farmacéutica, la de los productos tecnológicos médicos, quienes hacen los tomógrafos, los resonadores, etc. El espectro es muy amplio y cada uno defiende a un sector diferente. El tema es que el Estado tiene que defender a todos, es responsable de la salud de todos y tiene que coordinar estas decisiones. Entonces, lo que tenemos que hacer es construir un sistema integrado, en el que el Estado tiene que invertir mucho, tomar decisiones importantes y hacerse cargo de esa responsabilidad.

-¿Qué cambió la pandemia?

-Hasta antes de la pandemia el Estado se hacía cargo de la salud pública, pero no se hacía cargo de la salud privada ni de la seguridad social. A partir de la pandemia, nos hemos hecho cargo de la salud en general. Creo que esto tiene que ser así, no puede haber distintos responsables dependiendo del financiamiento del sistema, hay que lograr que la salud sea una sola y que el financiamiento sea un problema a resolver puertas para adentro. Ahora que estamos saliendo de la pandemia lentamente, más allá de las fluctuaciones que tengamos por momentos, empezamos a ver que empiezan a haber muchas más exigencias respecto a las problemáticas olvidadas de la salud o postergadas por la misma situación epidemiológica, entonces hay que tomar decisiones a toda velocidad porque si no vamos a volver al estado en que estábamos antes de la pandemia. La actual es una situación, como planteamos en la película, inviable e insostenible, porque tiende, cada vez más, a mayor exclusión por el costo enorme del sistema y la dificultad de llegar a todos.

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